domingo, 2 de junio de 2024

Aproximación cultural a Santa María de Nazaret

 


Es de gran ayuda situar a María en su lugar, en el contexto de la Palestina del siglo I, para entender mejor cómo era la vida de las mujeres en su situación, sin olvidar que María ya se ha desarrollado más allá de su simplicidad originaria adoptando una posición mucho más compleja, tanto en el plano histórico-dogmático como en el de la piedad. María después y antes de ser la reina que nuestra fe venera como Madre de Dios, es una judía fiel, mujer de su pueblo y de su tiempo, de cuyas entrañas nació el hijo varón al cual le fue dado el nombre de Jesús.

Nazaret es “un lugar insignificante situado en los montes de la baja Galilea”, un pueblo tan oscuro que nunca lo menciona ni en el AT ni en otro lugar fuera de los Evangelios. El lugar donde vivía María era una aldea pequeña, ubicada en la ladera de una ancha cordillera en el sur de Galilea. La gran mayoría de los restos de material duro, redescubiertos allí por arqueólogos, supone la existencia de una vida agrícola: prensa de aceituna y de uva, cisternas de agua, rueda de molino para granos, cuevas para tinajas de almacenamientos. Por lo tanto, se concluye que la actividad principal de estos aldeanos era la agricultura. Nada de lo encontrado sugiere riqueza.

Las excavaciones ponen de manifiesto, más bien, que las moradas eran pequeñas y pegadas unas a otras en racimo. Cada familia ocupaba un espacio doméstico o casa de una o dos habitaciones. En torno a un patio descubierto había construidas tres o cuatro de estas casas, formando un recinto semejante a los que encuentra todavía hoy en algunas comunidades rurales en climas cálidos.

La ausencia de ladrillos o piedras, en forma de arcos o bóvedas, conduce a los estudiosos a pensar que los techos de las viviendas eran de paja, elaborados con espesos manojos de caña y apoyados en vigas de madera; es probable que estuvieran recubiertos de barro empacado para una mayor protección. La arquitectura de las casas indica que esas comunidades agrícolas campesinas ocupaban el lugar más bajo en la escala social y económica.

Galilea es un lugar multicultural. María vivió en Galilea, posiblemente, bajo ese sistema romano de gobierno. Durante esa época el Rey Herodes “el Grande” gobernaba su nación con mano de hierro, era un cruel tirano; el pueblo le odiaba; aunque también era un gran constructor de ciudades y de monumentos.

El lugar de la mujer era el hogar, atendiendo a los hijos e hilando lana - en Judea - o lino - en Galilea -. Los textos indican una cantidad mínima para hilar o tejer a la semana; número que disminuía en caso de estar amamantando a un menor de dos años. De lo contrario, la mujer no tenía cabida fuera de casa. Si se veía obligada a salir, tenía que mantener el anonimato y cubrir con un velo su rostro. Por ejemplo, al iniciar una conversación y/o responder a una pregunta, debía hacerlo de manera breve. No había que dirigirle nunca la palabra, ni siquiera para saludarla y tampoco se le admitía ante un tribunal como testigo ni mucho menos como Juez. Es verdad que ocupaba un lugar en la sinagoga, pero por muchas mujeres que haya los oficios no se podrán celebrar hasta que haya diez hombres adultos.

La mujer tenía pocos privilegios, nadie podía salir en su defensa. Sobre sus hombros cargaba el peso de sus deberes, de manera de humillante, entre ellos, una obediencia ciega al varón como su único dueño; obediencia enmarcada por los preceptos de Ley y por lo mismo, se convertían en rigurosos deberes religiosos. Si la mujer desobedecía, incumplía la ley, cometía un pecado grave y como tal, era sancionada. El nacimiento de una mujer se convertía en todo un problema, por ello, las parejas judías siempre tenían esperanza en el nacimiento de un hijo varón. En el contexto judío se aceptaba con más alegría a un hijo varón y con poca, el nacimiento de una niña. “El hombre que quería formar una familia, debía buscar la esposa de la misma parentela o de la misma tribu, por razones políticas, económicas y sobre todo, religiosas. En tal sentido, la esposa se compra, se adquiere a cambio de unos servicios, o en el peor de los caos, se consigue en la guerra, cuando eran capturadas”

La mujer antes del casamiento está sometida a la autoridad del padre. Con el matrimonio pasa a ser propiedad del hombre que el padre le ha escogido por esposo. Éste debe pagar por ella al padre una cantidad de dinero o dote. Si el marido muere o la mujer es repudiada, el que asume la tutela es el hijo mayor o, de no existir, su familia de origen. El hombre es, más que esposo o padre de la mujer, su dueño y amo en casi todos los aspectos. La maternidad era un don esencial en la cultura judía. El no ser madre traía implícita la idea de un castigo divino y de una vida dura, pues no se contaba con mano de obra para cultivar los campos. Todo hombre judío esperaba siempre la llegada de un varón.

La vida cotidiana de María, discurriendo en ese contexto que hemos procurado describir antes, no debía ser exteriormente muy diferente de la de cualquier otra esposa y madre de su época, absorbiendo todo su tiempo el cuidado de la casa y del hijo.

María hereda una tradición religiosa en medio de una relación estrecha con un único Dios. En el corazón de esta relación reposa la sagrada ley, una herramienta pedagógica para el pueblo judío. Ese universo, construido por María, era extremamente religioso, un mundo de revelación y de redención, del llamado al arrepentimiento y a la renovación y con plena esperanza en el futuro. Ese mundo orientaba la vida del creyente judío, impregnado bajo los preceptos de la Torah; a través de sus oraciones, prácticas y exigencias de una vida incólume, a la luz de la alianza de ese pueblo con Dios. El nombre de Maria y de sus familiares indica una vuelta a los origenes patriarcales de Israel.

Maria pertenece a un laicado judio piadoso y crítico. María de Nazaret, habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante, antes bien, fue mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos del mundo.

Maria vivió a lo largo de todo el ministerio público de Jesús y también durante los primeros tiempos de la Iglesia. María podía tener unos 15 años cuando nació Jesús y unos 48 en la crucifixión de su hijo.


Al conceder a María su propia existencia histórica, se evidencia que el contexto de su vida fue económicamente pobre, políticamente oprimido, y de cultura campesina judía, caracterizado por la explotación y los sucesos públicamente violentos. Al quedarse peligrosamente embarazada, al dar a luz en un establo, al huir al extranjero como una refugiada, al realizar el duro trabajo de las mujeres en un pueblo agrícola, al sentir preocupación ante el ministerio de su primer hijo, al perderlo al ser ejecutado por el estado, al vivir como una anciana viuda en la comunidad posterior a Pentecostés, María se convierte en hermana de todas las personas marginadas a lo largo de la historia y de los que se solidarizan con ellas.



Leonardo R. Moreno

Mendoza, 2024

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