¡Oh,
jóvenes, Ave, María siempre!
“Mis queridos jóvenes,
deben saber que a cada Ave María nuestra
se enciende en el cielo una estrella
y resplandece en honor a la Virgen.
Queridos míos, le podemos ofrecer lirios y estrellas.
Lirios para hacer una alfombra para sus pasos y una corona para Ella.
Estrellas para hacer una diadema para su frente virginal y agregar luz a su aureola.
Lirios que recogen los ángeles y estrellas que entretejen en guirnaldas para Ella.
Lirios que van delante nuestro a prepararnos el camino por el cual pasaremos un día para subir al cielo con la Virgen.
Estrellas que iluminarán nuestro camino al cielo, como lo hicieron con San Benito, y darán un poco de su luz para coronarnos eternamente.
Hacer brotar muchos de esos lirios, hacer resplandecer muchas de esas estrellas
equivale a honrar a María y obtener seguro favor y materno patrocinio para nuestra salvación.
Que crezcan en manojos, por lo tanto, a nuestro paso los lirios;
que se iluminen sobre nuestras cabezas las estrellas en constelaciones.
Y que cada día y cada hora de nuestra vida
y cada batalla del corazón estén señalados y sellados por nuestra oración:
¡Ave, María!
“Callen las fieras, los hombres y las cosas,
rosado el ocaso en el azul se esfume,
murmuren las altas cimas ondulantes:
¡Ave, María!
¡Oh, jóvenes, Ave, María siempre!
¡Ave, María y adelante!
¡Ave, María hasta el bienaventurado Paraíso!
Don Orione, mayo 1923
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